martes, 21 de julio de 2009

Sólo con tu pareja: Amor + Histeria = Clásico de culto

Han transcurrido (aunque no lo parezca) casi 20 años de que se estrenó este filme mexicano que vino a cambiar muchos aspectos de escribir, hacer y ver cine en el país. Condenada al limbo del olvido por más de una década, Sólo con tu pareja, que en el interim alcanzó estatus de cinta de culto, ha sido resucitada por el DVD, que lo acerca ahora a nuevas generaciones de espectadores.

La cinta, ostensiblemente una comedia, marca el debut en largometraje de Alfonso Cuarón, que ya tenía en ese entonces una extensa carrera como director de televisión y de su hermano Carlos como guionista (repetirían mancuerna en Y tu mamá también, diez años más tarde), ambos asomándose a una cultura que había sido obviada en el cine mexicano de su momento – la clase media con aspiraciones, o bien, yuppies-, expuesta en celuloide con sanas dosis de humor, slapstick, sarcasmo y una desconcertante ternura.

La trama gira en torno a las aventuras y desventuras de Tomás Tomás (Daniel Giménez Cacho) un brillante creativo para una agencia publicitaria [“Chiles jalapeños caseros Gómez: p’a que soples cuando comes…”] que es un mujeriego compulsivo amén de un hipocondríaco empedernido. Vive en medio del decadente esplendor decimonónico de un edificio en la colonia Roma y como a Mike, el héroe del poema de e.e. cummings, le gustan todas las chicas: rubias, morenas, flacas, gordas… todas, excepto las verdes. Sus amigos y vecinos, casi beatos en su paciencia, son el doctor Mateo Mateos (el hoy desaparecido Luis de Icaza) y su esposa, Teresa de Teresa (una muy sui géneris Astrid Hadad), quienes fungen como una especie de coro griego para las correrías amorosas y hormonales de nuestro antihéroe. Las cosas se complican cuando aparecen en su vida, casi al mismo tiempo, dos mujeres: la seductora Silvia Silva (la irresistible Dobrina Liubomirova) y la celestial y semi-virginal Clarisa Negrete (una radiante Claudia Ramírez, en un rol hecho a la medida, ya que en esa época era pareja del director y, naturalmente, su musa). Ambas le cambiarán la jugada a este neurasténico donjuán, cuando aparezca también el muy real espectro del SIDA.

Si Sólo con tu pareja se hubiera filmado en los años 60, obviamente el tema del SIDA no sería tratado y posiblemente tocaría otro problema sexual, quizá más jocoso (¿enfermedad venérea? ¿parásitos imposibles de combatir?) y el protagonista hubiera sido encarnado por Mauricio Garcés, con alguna tentación curvilínea como Amadee Chabot o Jacqueline Voltaire haciéndola de la enfermera ardorosa mientras una núbil estrella de impecable linaje, como Julissa o Irma Lozano (nadie podía hacer señoritas virginales como ella) llevaría el papel de la joven sobrecargo que habita el apartamento de junto.

Por suerte, la sensibilidad de los 90 y las múltiples referencias que los hermanos Cuarón utilizan – se nota que son chavos que vieron películas de Robert Altman y leyeron con dedicación lo mismo a José Agustín, Carlos Fuentes y JD Salinger- hacen que el material trascienda su ligereza natural y le hable a toda una generación en su idioma, con imágenes muy emblemáticas (desde el Santo hasta Ultramán) y creando sus propias tomas icónicas – la secuencia de Claudia, poseedora de una serena hermosura, haciendo ante un espejo con sus brazos y manos las señales de toda flight attendant para mostrar las salidas de emergencia de un vuelo, mientras Tomás la espía, enamorado, desde el balcón, tal y como, con algo parecido a la adoración, la capta la lente de Emmanuel “El Chivo” Lubezki, queda para la posteridad- para trascender de lo meramente pasable a convertirse en un pequeño clásico que hace al corazón pegar volteretas de puro gusto nada más aparecer en pantalla.

Con su frescor, ritmo y descaro, Sólo con tu pareja marcó un hito para un público fastidiado de que el cine mexicano comercial estuviera saturado de comedias baratas y vulgares, que volvió por fin a las salas a pagar boleto por ver una película de factura nacional y si bien fue todo un éxito a nivel local, aunque no trascendió las fronteras, aunque esto no detuvo a Cuarón, quien finalmente se arriesgó a dar un salto mortal sin red de protección y contando solamente con la anuencia del estadounidense Sydney Pollack – que es confeso admirador de la cinta-, se trasladó a Los Ángeles, donde dirigió un episodio de la serie de TV Fallen Angels y posteriormente, obtuvo la oportunidad de crear su segundo largometraje en la cinta La Princesita, donde nuevamente en mancuerna con Lubezki, pudo explorar sus inquietudes visuales como ojo detrás de la cámara, para contar una enternecedora y clásica historia basada en un libro de Frances Hodgson-Burnett.

Cuarón ha logrado trascender como un director muy particular en su elección de temas y proyectos; lo mismo logró un gran éxito de taquilla con la tercera película en la saga de Harry Potter (espléndida para ser una película de encargo) que despertó un cariño entrañable en algunos círculos por su versión de Grandes Esperanzas (principalmente por el excepcional trabajo que obtiene de Anne Bancroft y Gwyneth Paltrow, la banda sonora y la extraordinaria dirección de arte, toda en una gama de verdes, que asemeja un lienzo con vida). Su más reciente trabajo, la sublime e inquietante distopia Children of Men, con actuaciones de primera a cargo de Clive Owen, Julianne Moore y Michael Caine, lo coloca en un nivel más alejado de las complacencias comerciales de Hollywood – de las cuales su antecesor, Luis Mandoki, no pudo eludirse- y más cercano al llamado cinema de autor. Actualmente avecindado en Londres, Inglaterra, Cuarón es mucho más que la promesa hecha por su primer filme, sin embargo, éste existe para recordarnos que su voz tan distintiva para narrar, se dejó oír por primera vez en la convulsa megalópolis que es la Ciudad de México y que en ella logró dejar una huella que permanece indeleble, pese al paso del tiempo.

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