viernes, 25 de diciembre de 2009

Sobre la libertad. Ensayo. Keops Guerrero. Barcelona, España, 2009.


Cuando cursé los estudios medio superior en una escuela preparatoria de la Universidad del Estado de México (UAEM) ingresé de inmediato al taller de teatro, y en una de tantas presentaciones, acudimos a dar una función al centro de readaptación social de máxima seguridad del país conocido en ese entonces como Almoloya (ahora La Palma). Recuerdo que no tenía mucho tiempo de haberse estrenado, era prácticamente nuevo, se encontraba alejado de la ciudad, en medio de la nada.
Al llegar pude observar la rigidez con que estaba construido y vigilado aquel centro, pero la sorpresa fue aún mayor durante el ingreso. Las puertas se abrían por computadora, las áreas verdes tenían alambres por doquier, había miles de cámaras por todos lados, pero lo más intimidante eran las revisiones y los controles de objetos personales para poder acceder a las instalaciones.
Actuamos dos veces con una obra titulada “La sátira de la Cenicienta”. Nos explicaron que a los internos los tenían ubicados en 8 módulos de acuerdo a la categoría del delito; a nosotros nos tocó actuar el primer día para el módulo de los agresores sexuales y el segundo para los traficantes de estupefacientes o delitos ejercidos contra la salud. El primer día fue todo un poco frío y claro, extraño para nosotros que contábamos con entre 15 y 18 años de edad. El teatro era pequeño pero tenía un equipo de luz y de sonido de lo más profesional, en ese entonces ningún espacio de la UAEM (al menos a nuestro alcance) contaba siquiera con ese tipo de instalaciones, por lo que resultaba un hecho asombroso para todos nosotros que llevábamos en el taller además ya dos o tres años. El teatro era circular. Una mitad del círculo estaba asignado a las butacas de color rojo quemado, las cuales estaban divididas en dos alas, izquierda y derecha; del lado izquierdo sentaron a los internos y del lado derecho a los artistas invitados, y atrás de nosotros estaban colocados sobre una plataforma que rodeaba el semicírculo policías armados y trabajadores sociales; los policías vestían de uniforme tipo militar azul marino y los trabajadores sociales pantalón negro y una chamarra enorme de color rojo encendido, y estaban apilados uno y uno, en total han de haber sido unos 30 elementos. No había camerinos o de haberlos los habrán usado los internos, así que tuvimos que cambiarnos y maquillarnos en un pasillo que se encontraba muy cerca de la zona de visitas, como esas que se ven en las películas en donde hay un cristal entre las dos personas y tienen que hablar a través de un teléfono.
Los internos exponían sus trabajos artísticos primero para nosotros y después nosotros el nuestro para ellos, claro. El segundo día que actuamos para el segundo módulo fue totalmente diferente, desde que entramos a la sala los internos nos veían de manera curiosa, interesada y atenta. Como eran fechas decembrinas, los trabajos tendían hacia manifestaciones culturales como las pastorelas o los villancicos; los transgresores sexuales representaron solo una pastorela lúdica, pero con altos matices sexuales y muchos amaneramientos; en el segundo día, la voz del hombre se hizo presente y se convirtió en poesía y canto. Por medio de estos caminos de expresión fueron narrando historias sin ser obvios de cómo y por qué llegaron a ese lugar; de la afección a la madre, a la familia, de la rendición, pero sobre todo de la consciencia; fue una experiencia para todos nosotros de lo más emotiva y humana, creo que realmente pudieron tocar nuestras mentes con sus historias pero sobre todo con el poder tonal de su voz. En ese momento entendí que los que iban a aprender y a recibir éramos nosotros, no ellos.
Al concluir con mis estudios de bachillerato, los últimos seis meses me especialicé en el área de estudios sociales, que contenía materias como historia de la cultura, filosofía política y derecho II. Descubrí en esos seis meses mi potencial filosófico, pero sobre todo mi sentido de la justicia y la objetividad, también fue un semestre en el que yo ya había dejado totalmente de lado el teatro y estaba concentrado casi al 100% a la danza. La maestra de derecho nos llevó de visita a algunos de los CE.RE.SOS. que se encontraban dentro del estado de México y la experiencia fue de lo más confrontante; para empezar teníamos la advertencia de no ir vestidos de azul marino ese día, ya que los internos iban asignados de ese color, así es que podía haber algún tipo de confusión y quedarte atrapado ahí; los controles no eran nada comparados a la Palma y en uno de ellos habían hombres y mujeres, las segundas separadas claro, pero era un caos, los internos pasaban en multitud junto a nosotros, te regalaban cosas, algunos iban en pantalones cortos y sin camisa, pero lo más impresionante de todo fue la manera en la que vivían, las celdas eran espantosas, caóticas y sucias, cada una contaba con dos literas y en medio de ellas un escusado . En el corazón de esta prisión había una especie de isla, oasis, lo digo así porque de repente entre tanto desbarajuste tropezamos con una zona de área verde en donde las celdas estaban un poco más limpias, habían dibujos de ángeles en las paredes, pájaros en jaulas y fuentes; de ese espacio estaba encargado un psicólogo que era un interno recluido allí por delitos contra la salud, era como el típico doctor, como de unos 40 años, calvo, pelo en pecho y brazos y bigote de mostacho, él nos comentó que esa área había sido propuesta por él, ya que de entre los internos que llegaban a ese centro de adaptación algunos eran parricidas, genocidas, o habían cometido asesinatos violentos y llegaban claro a ese lugar en estado de shock, nos comentó que debido al hecho de que las autoridades no eran lo suficientemente competentes, estudiadas, entendidas y sensibles, mezclaban a las personas con este perfil de violencia con los demás y que eso generaba un caos, pero además no ayudaba ni a unos ni a otros en ningún sentido; ese hecho carecía totalmente de objetividad, razón por la cual propuso él este centro para tratar, y tranquilizar a este tipo de reclusos . Mientras él iba contando esto, yo volteaba a mí alrededor para percatarme de que lo que decía era totalmente cierto, aquellos personajes homicidas tenían algo en su mirada, en su expresión corporal y en su energía totalmente diferente al resto de los penados, y era evidente que aquel lugar tan onírico los colocaba de inmediato en otro estado. Este fue otro aprendizaje acerca de la conducta humana violenta, para mí increíble.
Hace tres años creé una obra de danza y teatro titulada “Breves Cuentos de Libertad”, conformada por tres monólogos y tres solos de danza, para presentarla en las instalaciones del centro de readaptación social denominado “La Modelo”, que se encuentra en la ciudad de Barcelona, España. En ese entonces la obra estaba conformada por una actriz (Dayón Moiz) y yo. Los controles fueron los normales, es decir, ni tan exigentes ni tan relajados. El teatro era pequeño, pero lo que realmente me sorprendió era la libertad con que los internos se paseaban de un lado a otro pero además participaban en el montaje y preparación de la función; uno de ellos estaba encargado en el equipo de sonido. Ese día hubo algunas complicaciones técnicas, y es que además de nosotros se presentaron ellos como grupo musical. Me comentaron algunos trabajadores sociales sobre la manera en la que funciona su sistema de readaptación y de nuevo me sorprendió saber que algunos de los presos podían salir por las noches y regresar de nuevo a casa, esta y otras acciones me hacían sentir que su método o sistema de readaptación es menos coercible, pero no sé si realmente efectivo.
Este año participé con la misma obra en otro centro de readaptación a las afueras de Barcelona llamado cuatro caminos, pero esta vez lo hice solo, y la actriz fue sustituida por tres videos de imágenes y sonidos del mar, del bosque y del desierto con mi voz en off narrando un cuento. Aquí el teatro era más grande, y estaba equipado con lo necesario para dar una función decente. Al principio y durante la función, los internos decían, comentaban y gritaban cosas, pero el tono no era agresivo, era expresivo y creo que para ellos liberador. Fue una función difícil porque los espectadores pertenecían a un módulo conflictivo, sin embargo, al final resultó de manera positiva, enriquecedora y liberadora para ellos.
A lo largo de esta y otras experiencias me he cuestionado varias cosas en cuanto a los sistemas de coerción, encarcelamiento y supuesta readaptación que propone el estado ya no en México sino en el mundo entero o al menos en las culturas occidentales por cerrar un poco más el círculo, ¿Son realmente necesarios? ¿Funcionan? ¿Quién es responsable, los delincuentes o la total población? ¿Las víctimas o los victimarios? ¿Existe un punto de reflexión y de conciliación tanto por los transgresores, como por la sociedad?
En su tesis “La readaptación social en México”, Javier Enrique López Trujillo señala:

-“Es necesario dar a conocer a la comunidad, al gobierno y a las autoridades
competentes que este es un problema al cual debemos aportar tanto estudios
necesarios de tipo bio-psíquico y sociales de los delincuentes así como ideas
que pueden llevar a realizar de una mejor manera la readaptación social.
De esta manera si otorgamos ideas en beneficio de la readaptación social y
estas se llegasen a aplicar se podría decir que se trabaja para obtener el bien
común”.
“Ante el fracaso mundial de las penas y del Derecho Penal, ante la crisis mundial
de la prisión, como único medio de tratamiento, surge ahora la modalidad que
tiende a humanizar y a hacer efectivos los tratamientos basados en el estudio de
la personalidad, en la determinación de la peligrosidad y en la libertad de los
procesos y de los delincuentes no peligrosos, para sujetarlos a otros tipos de
tratamientos ajenos a la privación de la libertad.”
“Los resultados obtenidos hasta ahora por un personal mal pagado, impreparado,
frustrado y agresivo, ignorante o enfermo, vicioso o delincuente, son de aparente
e hipócrita adaptación sin posibilidades de real adaptación social, pues pocas
veces se utilizan siquiera los principales medios para lograrlo, según Shulman,
estos son:
a) Realización del programa educativo.
b) Proceso de socialización.
c) Terapia, guía y consejo.
d) Empleo de servicios de la comunidad y realizaciones con ella.”-

Hay dos puntos importantes para mí en este estudio, el primero es el bien común, que supongo quiere decir que todos nos veamos beneficiados, entonces todos deberíamos de estar al tanto, pero sobre todo conscientes, objetivos y propositivos en torno a este tema, solo por regla general; y el segundo es “el fracaso”, si lejos de reinsertar a los detractores de una manera orgánica y evolutiva en pleno conocimiento de sus actos, sus consecuencias y las posibles propuestas para retribuir al estado por sus delitos , estamos generando más violencia, crímenes complejos, agrupaciones delictivas, etc., entonces hay que recapitular.
En el periódico Contralínea de Tabasco (publicado: año 2/ No 13/ Octubre 2007), el artículo dado a conocer por Isidro Jiménez y Ricardo Astacio Velázquez señala:

-“La readaptación: rosario de buenas intenciones
De la Rosa Sánchez comenta que dentro de los programas de rehabilitación que planea la dirección aplicar en cada uno de los penales, se manejarán talleres de oficios, para que cada interno pueda tener alternativas de trabajo al salir de la prisión.
Agrega que en casi todos los penales hay talleres de hojalatería y pintura, herrería, pintura artística, carpintería, panaderías y bordado donde los internos entran de manera voluntaria. Se les da la oportunidad de aprender un oficio para que puedan desempeñarlo y ser personas útiles a la sociedad al terminar su condena.
El funcionario menciona que los directores de los reclusorios tienen instrucciones para buscar convenios con empresas o instituciones, y se pueda brindar una variedad en talleres a los internos. Incluso se buscan mecanismos con las instituciones privadas, para hacer más eficientes los penales.
Se incluye la realización de actividades recreativas, como los torneos deportivos, que buscan evitar que los internos caigan en el ocio. Se llevan a cabo campeonatos de fútbol, béisbol, básquetbol. También hay ligas donde equipos externos juegan con los internos.
De la Rosa indica que las actividades culturales son contempladas en el proyecto de readaptación dentro de los penales, como eventos culturales dependiendo la fecha en que se encuentren, además de que se promueve activamente la visita familiar.
Inoperante e inexistente la readaptación social
Los centros carcelarios del país se han convertido en escuelas de delincuentes evidenciando el fracaso de los programas penitenciarios. La corrupción que permite el tráfico de estupefacientes, alcohol y el autogobierno ahogan a las cárceles mexicanas.
Según datos estadísticos de la dirección de Prevención Social Nacional, de cada 100 reclusos que obtienen su libertad un 60 por ciento retorna a la cárcel, lo que confirma la grave situación de los penales. Los problemas que enfrentan las cárceles en México son: la sobrepoblación, tráfico de droga, alcohol y autogobierno, así como la corrupción de la vigilancia.
En Tabasco el Creset aglutina un total de dos mil 25 internos, de los cuales un 40 por ciento son del orden federal y el resto del fuero común. Un centro carcelario construido para 700 reos hace 31 años.
El problema que se vive en el Creset, sin duda, es similar a los demás, pues no hay una infraestructura adecuada y esto lleva a una hacinación. Por lo tanto no puede haber una clasificación criminalística. En una habitación para ocho personas cohabitan hasta 20 internos, lo anterior provoca que no se les pueda separar por delitos. Están revueltos, homicidas, violadores, estafadores, ladrones y hasta personas que ingresan al penal por un accidente vial.
El Creset aunque cuentan con área de trabajo para la readaptación no es suficiente para ocupar a la mayoría de los internos, pues la capacidad logística de los programas de readaptación sólo pueden llegar a mitad de los internos, pese al esfuerzo de la dirección por mantenerlos entretenidos con diversos eventos deportivos y culturales, aun falta mucho por hacer.
Los gobiernos estatales y federales anuncian con bombos y platillos datos estadísticos sobre el combate a la delincuencia, detallando la consignación de bandas delictivas. Pero se olvidan de atender debidamente los sitios que albergaran a los delincuentes”.-

Este artículo divide la problemática por un lado en las propuestas para reinsertar a los internos de una manera eficiente a la comunidad, y por otra parte la realidad, no de los hechos, de la situación de estos centros penitenciarios, es ahí donde no coinciden las propuestas con los vehículos o mecanismos de acción, ¿Cómo es posible construir un edificio sobre arenas movedizas? Es evidente que para que una propuesta o proyecto puedan realizarse eficazmente debe de haber congruencia con la realidad que se vive en ese momento, con los proyectos propuestos, de lo contrario todo queda en intención, no en acción.
Después me he encontrado con un artículo desarrollado en la ciudad de Puebla que concluye:

-“REFLEXIONES EN TORNO AL NUEVO SISTEMA DE CONSECUENCIAS JURÍDICAS
DEL DELITO EN
EL ESTADO DE PUEBLA.”
1. ARTÍCULO 18 CONSTITUCIONAL.
El artículo 18 Constitucional reformado, estableció cambios significativos para el
sistema penitenciario mexicano, entre los que destacan:
I. Se agregaron la salud y el deporte como medios para lograr la reinserción social
sumados a la educación, al trabajo y a la capacitación anteriormente previstos.
A continuación procedo a realizar algunas reflexiones jurídicas en torno a estas
cuatro modificaciones insertadas en el artículo 18 constitucional:
I.- Con relación a la primera modificación, en mi opinión resulta casuista cuando
agrega salud y el deporte, toda vez que la “Ley que establece las Normas mínimas sobre la readaptación social de sentenciados” encargada de organizar el sistema penitenciario en
la República mexicana señala en su artículo 11 que: La educación que se imparta a los
internos no tendrá sólo carácter académico, sino también cívico, social, higiénico,
artístico, físico y ético. Similar texto está contenido en el artículo 25 de la Ley de
Ejecución de Sanciones Privativas de la Libertad para el Estado de Puebla.
Por consiguiente el concepto educación no sólo adquiere carácter académico, sino
que también incluye la salud (higiene) y el deporte (educación física), otorgándole un
1 Publicada en el Diario Oficial de la Federación el día 19 de mayo de 1971. Su última reforma fue publicada en el
D.O.F. el 2 de septiembre de 2004. Esta Ley tuvo como inspiración las Reglas Mínimas para el Tratamiento de
Reclusos, adoptadas por el Consejo Económico y Social de la ONU Resoluciones 663C (XXIV), del 31 de julio de 1957 y 2076 (LXII), del 13 de mayo de 1977.
Dom. Oficina: Ave. 31 poniente núm. 2326. Col. Benito Juárez.
Tels. 777-66-15 Fax: 2-11-63-48
Email:
edmundoramses@hotmail.com”-

Tanto en el artículo del periódico tabasqueño, así como en esta publicación reflexiva por el estado de Puebla, la cultura o actividades artísticas quedan en el último plano, siendo prioritarios los talleres de oficios o los deportes, cosa que no considero que este mal, sin embargo, considero, desde mi punto de vista que las actividades artístico-culturales, deben de ser tomadas en cuenta como prioridad y con total seriedad, simplemente porque el arte cumple la función de sensibilizar y de crear reflexión a través de la interpretación o ejecución. En mi corta experiencia expresada al principio de este ensayo, me he dado cuenta que las personas ingresadas en este tipo de centros de control necesitan reflexionar y recapitular sobre el hecho de estar en esa condición, de lo contrario lo que generan en su interior es tan solo un sentimiento de rencor y de revancha ante el castigo, es claro que se retiene al individuo físicamente para evitar daños o consecuencias al estado, pero la mente y el espíritu deben ser liberados para que haya un entendimiento cabal de la situación, y el arte cumple en definitivo parte de esta función ¿Cuál es el objetivo de tener a los criminales apartados de la comunidad? Si es el castigo la pregunta sería ¿Quiénes somos nosotros para hacerlo? ¿Realmente contamos con la calidad moral y las vías adecuadas para hacerlo? Así que indudablemente debería ser la creación de un estado consciente que permita al delincuente caer en cuenta del resultado de sus acciones, pero además hacerle entender que él mismo debe de proponer la manera de resarcir el daño ocasionado.
Puede parecer utópica esta propuesta o reflexión, pero el paso del tiempo nos va mostrando que los planteamientos establecidos y llevados a cabo hasta el momento no han mejorado nuestros niveles de violencia y mucho menos de delincuencia. La realidad de los hechos nos escupe en la cara como esta reflexión acerca de la noticia publicada en el periódico El Reforma por Marcelo Bergman en mayo del 2009 que cita:

-“Casi un 90% de los internos que entran a los reclusorios sin ser consumidores de drogas salen consumiéndolas.
¿Readaptación social?
Hacinamiento, drogas, motines, fugas, corrupción, asesinatos y un sinfín de escandalosos problemas son moneda corriente cuando hablamos de los centros penitenciarios. Nadie en su sano juicio puede creer que estos son centros de Readaptación Social.
La semana anterior REFORMA publicó una serie de notas sobre temas penitenciarios. Nos enteramos de la fuga de 53 reos de la cárcel de Cieneguillas en Zacatecas sin que se haya disparado un solo tiro, una operación que fue claramente planificada con la connivencia y apoyo de autoridades del penal. REFORMA también informó que existen serios cuestionamientos a la directora de readaptación social del DF, a quien se le imputa no poder controlar los centros. Y finalmente el pasado sábado el periódico informó que en más de 11 estados hubo recientemente fugas y motines dirigidos por internos ligados al narco tráfico.La impresión que tenemos es que las cárceles en México, excluyendo algunas excepciones, están en un absoluto descontrol. O más precisamente, están controladas... por los reos. Hacinamiento, drogas, motines, fugas, corrupción, asesinatos y un sinfín de escandalosos problemas son moneda corriente cuando hablamos de los centros penitenciarios. Nadie en su sano juicio puede creer que estos son centros de Readaptación Social.Hay algo podrido en el sistema. Que se fuguen reos con apoyo de las autoridades es sólo una muestra de lo corroída que está la estructura. Quien haya visitado alguna vez un penal se habrá dado cuenta que hay corrupción en las aduanas, que hay vejaciones hacia las visitas, que la droga circula libremente, que los internos están sometidos a tormentos por parte de otros internos. Las investigaciones que hemos realizado en el CIDE confirman esta impresión. En la encuesta que realizamos cada tres años a los internos observamos un deterioro cada vez mayor. Falta comida, medicinas, los sobornos continúan, el miedo de los internos crece.El hacinamiento es cada vez más crítico. Mientras que la capacidad en las cárceles del DF es para 23,000 internos, hoy hay casi 40,000. En los reclusorios Norte y Oriente viven alrededor de 10,000 internos. Estas son verdaderas ciudades pero con muy poco gobierno. Yo, como experto en la materia, no me sorprendo acerca de por qué hay tanto descontrol. Ante semejante deterioro me pregunto cómo es que no hay más motines, más fugas y más violencia.El problema que tenemos con las cárceles en México empieza por la cabeza. Nunca se ha pensado realmente que hacer con las cárceles, ni para qué sirve. El texto constitucional que las consagra como instrumentos de readaptación social es sólo una infantil expresión de deseos. Ninguna autoridad, ya sea local o federal, ha pensado seriamente y ha implementado una política de reclusión. Allí se encierran a los delincuentes para que se "pudran" en la cárcel sin evaluar el costo social que esta política tiene. Un estudio realizado por Armando Nevarez, investigador del Seguro Social, demuestra que casi un 90% de los internos que entran a los reclusorios sin ser consumidores de drogas salen consumiéndolas. Es sabido que en los centros conocen a traficantes. Como salen sin un peso y sin trabajo, las redes de traficantes que conocieron adentro les sirven para luego conseguir trabajo...vendiendo droga. Entra un primo-delincuente o un ladrón de bicicleta. Al rato comienza a drogarse dentro del penal. Al año sale y en lugar de readaptarse vende droga. No solo las cárceles son escuelas de delincuentes. También son escuelas de drogadicción.Las cárceles deben ser para los delincuentes más peligrosos. Cuantos menos tengamos adentro más fácil va a ser controlarlos, y menores serán las consecuencias sociales de largo plazo. Mientras que duplicamos en los últimos 6 años el número de internos, el delito igual siguió creciendo. De nada sirve hacer reformas al código penal, promover juicios orales, o reformas policiales si no se piensa seriamente también en el último eslabón de la cadena: ¡qué hacer con los culpables! Y esta no es tarea de los directores de los penales ni de las direcciones de readaptación social. Esta es tarea de la sociedad y de los gobiernos. Sin reformar la política carcelaria todas las demás reformas serán poco efectivas y efímeras. Y seguirán habiendo complicidades, corrupción y fugas”.-
Qué hacer con los culpables es un tema que debe preocuparnos a todos, pero no desde la emoción y el sentir popular, sino desde la objetividad y la congruencia. En México la situación violenta que se respira, que se palpa, que se siente el ambiente parece ir a peor, pero desde mi punto de vista, la violencia ha cobrado matices muy marcados en general en el planeta, entonces debemos de tener en cuenta que debemos entrar en un serio momento de reflexión y de ordenamiento pero sobre todo darnos cuenta que todos vamos en el mismo barco, y que rechazar al otro y cerrar los ojos es no reconocernos y condenarnos.
El papel del arte y la cultura dentro de los programas pedagógicos, psicológicos, psicosomáticos, etc., propuestos para los centros de readaptación social debe insertarse como una necesidad básica para el desarrollo y entendimiento del ser humano después de una acción violenta o transgresora, ya sea a manera de apreciación, ejecución o educación; la sociedad en general debemos de tener en consideración que por muy alto que sea el delito cometido por un ciudadano, no lo convierte en su totalidad en un monstruo, es tan solo un ser humano potenciado en su lado violento, inconsciente o ambos, por lo que como semejantes en especie, es nuestra responsabilidad, entender, participar y proponer a nivel humano, la verdadera readaptación consciente y responsable a la sociedad. La violencia no se mitiga con violencia.
KEOPS GUERRERO

viernes, 11 de diciembre de 2009

¿Debe continuar la Compañía Nacional de Teatro?-Ser visto como un dios, Enrique Olmos- Artículo-Revista Replicante. México.


En estos momento se debate en México D.F. La noticia dada a conocer por la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) Teresa vicencio, acerca de la creación de una Compañía Nacional de Danza Contemporánea con subsidios federales millonarios. El artículo escrito por Enrique Olmos para la revista cultural Replicante en su edición No 21, lanza un cuestionamiento digno de reflexión, analisis, reconocimiento y descubrimiento, de como se sostienen proyectos artísticos y culturales a los que a veces la sociedad en general no tiene ni acceso, ni conocimiento, en este caso la Compañía Nacional de Teatro dirigida por Luis de Tavira. Creo que es vital y necesaria la crítica analítica sin pretenciones y sin tapujos, pero aún más necesaria la interpretación profesional e inteligente de esta:
-"Luis de Tavira es director de escena, dramaturgo y adaptador, pedagogo teatral y ensayista. Ex jesuita, su visión del ejercicio creativo está en función de su formación religiosa, de la cual extrae inteligencia, método propio de trabajo, férrea disciplina (con la extenuante carga de sacrificio que proviene del catolicismo) y especialmente celebración culpígena: el arte como dolorosa expiación del pecado, catarsis medieval fundada en la obediencia y el miedo: ceremonia y superstición, el teatro como una fuente de vigor religioso, de estructura piramidal y endogámica".-

Para Leer el artículo completo entra aqui:

martes, 10 de noviembre de 2009

Curso de trapecio y danza Miloupartout en La MaKabra. Keops Guerrero. Barcelona 2009





Miloupartout es un proyecto que reúne a bailarines, acróbatas, actores, mimos, clowns y artistas escénicos jóvenes de otras áreas del arte desde hace 5 años. Juntos han realizado performances y espectáculos en diversos festivales y teatros alrededor del mundo.
El proyecto Miloupartout tiene como objetivo principal la creación de una red interdisciplinaria de artistas que deseen compartir sus experiencias escénicas asì como su conocimiento de técnicas y estilos durante los talleres impartidos.
Del 02 al 06 de noviembre se impartieron los cursos de trapecio fijo, danza contemporánea, streching, electric boogie, pantimima, mano a mano y malabares, en las instalaciones de la MaKabra en Barcelona, España, ubicada en la calle de ávila 176.

domingo, 25 de octubre de 2009

Madrid, España. Concurso contra la discriminación. Keops Guerrero, Héroes y Heroínas. Danza.


Concurso contra la discriminación a través de las artes escénicas propuesto y llevado a cabo por el ministerio de igualdad de España.
El concurso consiste en votar una obra de las subidas a la página web de "Sal a escena contra la discriminación" del 25 de septiembre al 25 de noviembre de 2009 las más votadas, así como las seleccionadas participarán en la final el día 12 de diciembre en la ciudad de Madrid, España. ¡Participa!
La obra de danza y multimedia Héroes y Heroínas (Keops Guerrero) fue seleccionada para participar en esta emisión por su temática que lanza una denuncia contra la homofobia y la transfobia que tienen una raíz de orígen en la misogínia.

lunes, 17 de agosto de 2009

Palma de Mallorca, España. Hacer y Decir (ensayo) Keops Guerrero. Danza




HACER Y DECIR


La danza como muchas cosas es un universo infinito de posibilidades, parte del movimiento y cómo todo lo que se mueve transmuta, cambia, se traslada, evoluciona e involuciona. Vive.


El cuerpo humano es el móvil, el instrumento por medio del cual transformamos lo cotidiano en inverosímil; los simple en complejo; lo absurdo en risible; el amor en catarsis, a través de lo que nosotros mismos llamamos danza. Pero ¿Qué accionamos al iniciar un movimiento dancístico?, ¿Hacemos o decimos?


La danza ineludiblemente es un diálogo ya sea con nosotros mismos, con nuestro ego, con algún tipo de público, espíritus, demonios o con Dios. Se cree que comenzó a danzarse de manera ritual y muy probablemente en círculos, pero quizás surgió como una necesidad del alma, tal vez nuestro espíritu necesitaba ansioso moverse por medio de nuestro cuerpo físico para sentirse en esta realidad pesada y tridimensional un poco libre.


Hablar de danza es hablar también de expresión, de manifestación, por eso comunica y enlaza ideas, pensamientos, sensaciones…Pero ¿Lo consigue todo aquel que danza?


En las escuelas profesionales de danza siempre ha existido la gran paradoja en torno al bailarín ¿Nace o se hace?, o si debe de formársele al bailarín como ejecutante o como intérprete, ¿Qué debe ser prioritario? ¿Los trabajos coreográficos que lleva a cabo deben estar plagados de retos físicos de gran destreza o bien debe buscar la interiorización para encontrar así el personaje, situación o sentimiento a expresar?


Algunos maestros y coreógrafos coinciden en que el bailarín debe vivir y danzar de acuerdo a la etapa en la que vive. Luis Fandiño por ejemplo considera que en la etapa de formación inicial es vital y necesario desarrollar las capacidades psicomotrices y de destreza a su máximo potencial, ya que el cuerpo es el instrumento que habla en esta disciplina, por ello, hay que afinarlo para que no desentone o tenga faltas de ortografía al bailar, después, el bailarín podrá conocer y elegir todo el abanico de posibilidades que la danza ofrece para representarse escénicamente. Pina Baush visualizaba y llevaba a cabo sus procesos coreográficos con bailarines ya maduros, en general mayores de 40 años, argumentando que estos poseían una experiencia de vida adecuada para plasmar su visión de danza-teatro de una manera más humana y orgánica, y que estos además ya no estaban preocupados por realizar 8 giros en el centro, grandes e impactantes saltos o deslumbrantes extensiones de sus extremidades.


Desde finales del milenio pasado y con la aparición de ciertos actos de entretenimiento innovadores y macro producidos como el Cirque du Soleil, pareciera haberse creado una corriente que ha hecho que los espectáculos dancísticos se hayan tornado preciosistas, pareciera que tanto los creativos, como los mismos bailarines buscaran convencer al espectador con sus destrezas y habilidades corpóreas; haciendo van convenciendo. Arrancar el aplauso y hacer que el público ovacione de pié pareciera que son los parámetros adecuados que determinan el éxito o fracaso de un montaje en escena.


Bajo estos parámetros, las diversas expresiones dancísticas y a todos los niveles se han bifurcado entre los que hacen, que por ende entretienen y los que dicen, que por consecuente comunican. Ninguna de las dos está por encima de la otra, crecen paralelas, pero en medio de ellas, de manera sublime y casi imperceptible puede coexistir la fusión de ambas, es decir, el que hace y dice; este por supuesto es el artista que además de ser poseedor de un virtuosismo único, posee el gran don de comunicar y conmover al otro.


Los hacedores nos sorprenden y nos conducen a una emoción catártica; Los que dicen también nos sorprenden pero a la emoción hacia la que nos llevan es a la reflexión. Encontrar el punto entre estas dos vertientes es lo que hace que al artista se le llame y se le reconozca como eso, como un artista.


Por otro lado, ¿Qué es lo que verdaderamente buscamos al plasmar un trabajo escénico? ¿Queremos decir o hacer? ¿Deseamos ser aceptados y ovacionados? ¿Tenemos la enorme necesidad de decir algo? ¿O ambas?

Al final decir, hacer, o hacer y decir es una decisión personal, pero las tres deben de estar fundamentadas en la base sólida de la disciplina, la objetividad y la responsabilidad, y esa base será la que haga exitoso o no a un proyecto, la respuesta del público es un mero accidente o una respuesta circunstancial.


KEOPS GUERRERO

jueves, 6 de agosto de 2009

Cabo San Lucas, BCS. Día Internacional de la Danza 2007 Keops Guerrero


El 29 de abril de 2007 fue la primera celebración del día internacional de la danza que absorbió, gestionó y llevo a cabo el H. IX Ayuntamiento de Los Cabos a través de la dirección de cultura municipal dirigida por la Profa. Tonantzin Puls (cabecera municipal en San José del Cabo) y la coordinación de cultura (Cabo San Lucas) representada por el C. Jorge Chávez. En Cabo San Lucas se coordinó ese día con el esfuerzo de algunos artistas locales como Carlos Limón, Magdalena Rocha (Green Apple Studio), maestros de la casa de la cultura y Keops Guerrero (Nin-Yo Performance)en la plaza “León Cota Collins”. Ese mismo año se inauguraba el teatro Miguel Lomelí Ceseña en San José del Cabo.

martes, 4 de agosto de 2009

Berlin, Alemania. Entrevista con Elisa Carrillo, la primer mexicana solista de la Casa de la Ópera de Berlín.

Envío el enlace con el periódico La Jornada a través del cual se entrevistó a la bailarina mexicana de Ballet Clásico Elisa Carrillo, egresada de la E.N.D.C.C. Quien ha forjado una carrera sólida y exitosa en Europa desde hace diez años, actualmente es solista de la Casa de la Ópera de Berlin, convirtiéndose en la primer mexicana en conseguir esta plaza.
Los argumentos de Elisa acerca de la concepción y conceptos que se tienen en México sobre la danza y el bailarín son además de certeros, alarmantes. Resulta curioso que mientras Elisa era estudiante en la E.N.D.C.C. Su talento nunca fue realmente aprovechado y mucho menos reconocido, al menos al nivel que requería.
Elisa es sin duda un ejemplo claro y contundente de que en un país corrompido, violento y con altos matices de mediocridad como lamentablemente es México, se pueden alcanzar las metas más inusitadas, siempre con talento, esfuerzo, dedicación, compromiso y una entrega total hacia al arte como quien se entrega al amor por primera vez. Por desgracia no dentro del territorio mexicano.
KEOPS GUERRERO.
http://www.jornada.unam.mx/2009/08/04/index.php?section=cultura&article=a05n1cul

jueves, 30 de julio de 2009

Palma de Mallorca, España. Danza. Hand in Hand, por Zhao Limin

En Los último años China ha puntado como un país altamente capacitado para estar a la altura de los paises de primer mundo, nos han impresionado con sus deportistas, avances tecnológicos y hasta las figuras de la virgen de Guadalupe que se venden al por mayor en la Ciudad de México. De pronto pareciera que rayan en la perfección y que la palabra "Imposible", es tan solo un vocablo intrascendente que se torna gris ante su presencia amarilla.

sábado, 25 de julio de 2009

Bienvenidos a la génesis de la Libertad Cultural

Este es un Blog para la reflexión y la difusión de la Cultura Mexicana que se manifieste en cualquier región o país del mundo. 

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Este Blog tiene la misión de difundir y catalizar todas las inquietudes artísticas y culturales de aquellos creadores relacionados con la Cultura Mexicana (incluidos los residentes en México, Naturalizados o Extranjeros) dispuestos a expresarse, promover sus actividades relacionadas con la Cultura Mexicana con la finalidad de acercar a los creadores a los públicos y provocar el nacimiento de nuevos públicos.

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Árboles

CAPÍTULO XI: ÁRBOLES
por Carol Miller
Extracto de "México Mío", libro en proceso


I: Los secretos de la vida


Y “¿cómo,” preguntaron los sabios de las culturas de la antigüedad, “se apoya la tierra, si no con el axis mundi, el árbol de la vida?” La repuesta la ofreció el botánico californiano Luther Burbank: “los secretos de la vida pueden sumarse en un árbol”.

Incluso, para los pueblos prehispánicos, los muertos de buen augurio podían reaparecer en la rueda de la existencia como árbol, y la cruz cristiana era, como la misma cruz de sus propias ceremonias, un árbol de la vida. La estela montada en el caparazón de una tortuga, para los chinos y vietnamitas es el árbol de la vida. El palo o tronco que apoya la sombrilla en las imágenes mayas, birmanas, siamesas, jemeras y polinesias, es también el simbólico árbol, con el cual, para ellos, no sólo se apoya el planeta sino que se detiene el cielo.

La costumbre japonesa de ichigo-ichie, la disciplina de convertir cada instante en un tesoro, buscando así la perfección, definitivamente se respalda en árboles, especialmente cuando están en flor, o cuando en el jardín de mi casa se trepa una enredadera de trompetilla, con sus flores escarlatas, entre las ramas de nuestro enorme liquidámbar, creando así un arreglo natural que daría envidia a cualquier esteta japonés.

Son los árboles los que se imponen en nuestra imaginación. Nos arraigan al suelo de este frágil planeta. “Los árboles viejos muestran más carácter que los jóvenes,” dice el Dr. Andrew Weil en su libro, Envejecer con salud, “mas no es por eso que los veneramos, los consideramos sagrados, y organizamos peregrinaciones para contemplarlos. Les rendimos honores porque saben sobrevivir.”

Los árboles fueron formados, decía la Avesta Zand (la versión modificada del libro de Zoroastro) de los mirtos y arrayanes y de las palmeras de dátil, hasta que se creó el Gaokerena (el Irminsul, el Wakah Chan, el Sakaki), culto bien guardado entre los gnósticos de Egipto y Persia, que veneraban el árbol sagrado arraigado en el mar que contiene las semillas de todas las plantas, sobre todo las curativas, y cuyo jugo proporciona el elixir de la inmortalidad.

Todas las culturas antiguas veneraban algún árbol. Tal vez nos referimos al famoso tule o ciprés (Taxodium mucronatrum) en Santa María del Tule, en las afueras de Oaxaca en el sur de México, el árbol de más circunferencia en el mundo. Podríamos incluir el Jomon Sugi (Cryptomeria japonica) en Yakushima, una isla circular al sur de Kyushu in Japón, presumiblemente, aunque no sea probable, de siete mil dos cientos años de edad. O quizás el Sri Maha Bhodi (Ficus religiosa), el sagrado árbol bhodi en Anuradhapura en Sri Lanka, donde supuestamente el Buda recibió su iluminación. Según los adeptos a la filosofía de este gran profeta es el árbol más viejo del mundo.

Existen cedros gigantes (Cedros libani), antiguos cuando los estudiosos judíos redactaban el Viejo Testamento, ahora muy escasos, imponentes en un parque nacional que visitamos Tomás y yo en el Monte Líbano. Las ramas masivas de un abrumador abeto Douglas (Pinaceae pseudotsuga manziesii), en el noroeste del Pacífico americano, convierten en miniatura hasta a las ilusiones más grandiosas. Y, ¿qué tal los viejos, huecos, sugerentes baobab (Adansonia digitata) en África, inspiración para Antoine de St. Exupéry en su Principito? Y, ¿los gigantescos sequoia (Sequoisadendron giganteium), en la Sierra Nevada de California, que llevan el nombre de un cacique indígena y que son los árboles más altos del mundo?

El tamaño, sin embargo, es sólo uno entre varios criterios. Gran número de bonsái (de la palabra japonesa que define el hecho de plantar en charola) pueden presumir de cien, doscientos, hasta cuatrocientos años, tal vez más, pero lo admirable origina no en su edad sino en su estética, en el equilibrio de su exquisita proporción, cultivada constante y minuciosamente.

Aún así, existen otros parámetros. El cariño personal cuenta para algo. En una ocasión, caminando en nuestro parque (en realidad un generoso camellón que, con un poco de ayuda de una imaginación fértil se convierte en un mundo en microcosmos) a dos cuadras de la casa, me encontraba con Memo, el mozo quien nos ayudaba con el jardín y los perros. Estábamos hablando de los árboles, específicamente el liquidámbar (Liquidambar stryaciflua) junto a la ventana de la cocina. Hace mucho, Tomás y yo de viaje, Agustina, nuestra entonces-sirvienta, decidió que el árbol estaba creciendo muy cerca de la casa, y lo mandó podar. “Las ramas invadían la azotea,” nos explicó después, en un intento de justificar su acción, cuando exigía yo una explicación. “Cuando caen las hojas en febrero, se atascaban los desagües.” Y, ¿por qué el mozo en turno no barría las hojas? ¿Por qué Agustina se extralimitó en su autoridad?

El árbol, noble y valiente, por mucho tiempo logró sobrevivir, no obstante con una salud siempre precaria, más aún cuando convertí su jardín en un patio pavimentado para acomodar dos de mis perros, dejando sólo un cuadro de tierra, enmarcado por un filo de concreto, donde sus raíces se podían alimentar, aunque siempre castigadas, preferiblemente con un suplemento de una o dos cubetas de agua al día. Ni siquiera durante las lluvias más torrenciales de la época de aguas recibía lo suficiente para mantenerlo, sin su dosis de agua auxiliar.

Cuando su árbol compañero, al otro lado del patio, frondoso, monumental y esplendoroso, lucía un nubarrón de hermosas hojas tiernas y verdes, los patéticos restos del sobreviviente del asalto de Agustina apenas producían unas pocas hojas tentativas, para adornar lo que quedaba de sus ramas, que poco a poco se iban secando. Mutilado, martirizado, generalmente descuidado sobre todo si estábamos fuera de la ciudad, de todos modos era mi árbol favorito, mayormente por su coraje necio y persistente.

Mientras paseamos los perros por el parque, un día le pregunté a Memo si en su opinión debíamos de darnos por vencidos y dejar secar el pobre árbol, o si podríamos continuar con los intentos de mantenerlo. Mi muchacho, con gran sinceridad, me aseguró que el árbol podía vivir, y que él estaba dispuesto a proveerlo de las dos cubetas diarias de rigor, aumentándolas si fuera necesario, durante la época de estiaje. “Sería una lástima cortarlo, ya que a usted le gusta tanto.” Desde luego, las palabras de Memo las estoy interpretando, ya que él, como la mayoría de los campesinos de las provincias remotas de nuestro país, se expresa, si acaso, en su idioma nativo. Su español es deficiente, y él, en el mejor de los casos, no es muy articulado. En cuanto al árbol, tardó casi veinte años en darse por vencido, pero finalmente no sólo se secaron los restos de sus ramas sino que se convirtió por dentro en polvo fino, y un día, para evitar que se cayera, lo tuvimos que cortar.


II: Un pino disléxico

Con eso me sentí obligada a contarle a Memo la historia de mis amigos, Catalina, una norteamericana, y Gabino, originario de Inglaterra, residentes en un bosque cerca de Albany, en el estado de Nueva York. Apenas unas semanas antes Gabino me había enviado por correo electrónico la foto de un enorme pino, apresado contra un costado de su casa de madera, al final de una vereda rústica. Una flecha dibujada, haciendo un arco a través de toda la foto, indicó con ominosa inferencia, “Aquí puedes ver el árbol que cayó encimo de mi.”

Yo creí que era una broma, o quizás uno de esos insistentes “re-envíos”, con la intención de entretenerme, o filtrar algún mensaje positivo, de optimismo y perseverancia. Se aclaró el mensaje, de lo que fue casi una calamidad, cuando llegó un correo posterior, de parte de Catalina, explicándome que venía en su automóvil, de regreso de su trabajo, cuando Olga, su mamá, le habló por su celular, para avisarle que había ocurrido un accidente. Pobre Catalina. Casi se infartó. Por lo pronto, dejó de respirar. Se había casado con Gabino apenas seis meses antes. De hecho, yo los había presentado, mediante una jugada de backgammon en el Internet. Después de un período de cortejo entre dados y retos, le recomendé a Gabino que visitara personalmente a Catalina, para cerciorar su enamoramiento. Él viajó a Estados Unidos para conocerla, ella hizo un viaje a Inglaterra para presentarse con su familia, y finalmente fijaron la fecha para su boda. Me invitaron a acompañarlos como su dama de honor.

La boda fue en mayo. Al parecer Olga, quien habita la casa de junto a la de ellos, decidió en noviembre que la hilera de seis gigantescos pinos, primero que nada le restaba luz durante el invierno, y por otra parte, evitaba que entrara el sol en la recámara de Catalina y Gabino. No menos significativo, propiciaban el hielo que hacía resbaloso el camino durante los meses de frío.

Ahora bien, a mi me parece que los árboles que restan luz en invierno, cuando de por sí hay poco sol, harían frescos los meses de calor, pero nadie pidió mi opinión y además, nací en el sur de California. No conozco los inviernos severos. Nunca he tenido que pasar una temporada de nieve y hielo. En todo caso, yo amo a los árboles. Vivo en un país donde el problema no es la luz sino la tala indiscriminada, y la escasez en general de árboles, debido no sólo a la industria maderera, sino especialmente a las fogatas caseras, la leña para las chimeneas, y el mal manejo, en general, de nuestras zonas boscosas.

Evidentemente, Olga tenía otro concepto. Teniendo por todos lados un bosque entero, le parecían excesivos los seis pinos, creciendo desmedidamente a lo largo de su camino de acceso. Con eso ordenó que se cortaran. Gabino ofreció ayudar al equipo encargado de la faena. “No más le echaba una mano a mis amigos,” me contó después. No era muy probable que fueran sus amigos. Apenas se había mudado seis meses antes a los Estados Unidos, desde el centro metropolitano de su Londres nativo, para casarse con Catalina, y no estaba, que yo sepa, adiestrado en el arte de la tala de los árboles.

De hecho, el tronco del árbol junto a la ventana de su recámara ya se había trozado y las cadenas colocadas, para asegurar que cayera hacia afuera, cuando inexplicablemente giró sobre su propio eje, ciento ochenta grados, tambaleó peligrosamente, luego cayó hacia la casa, con Gabino en su camino. La Gran Bretaña, con su legado celta, es notoria por su incidencia de dislexia, pero por el hecho de vivir Gabino junto al pino, ¿sería posible proyectar el dominio del lado derecho del cerebro al árbol?

El golpe fue amortiguado por un rincón de la casa, la cual fue casi demolida. El árbol en todo caso quedó con sus ramas incrustadas en la tierra del camino de acceso. Gabino quedó apresado por las ramas, y de haber sido menos afortunado, hubiese convertido a Catalina en una viuda prematura.

De hecho, Gabino se recuperó de un golpe severo aunque no crítico, con un trauma al hombro, la espalda, dos costillas fracturadas, y mucho susto. ¿El seguro médico? “Todavía no cobraba validez,” me explicó Gabino en su carta. “Me convenía esperar tres o cuatro semanas antes de tener un accidente. Me daba mucha pena con Catalina. Creí que iba a enojarse mucho, por el gasto inesperado.”



III: Los pinos en llamas


Para ahora Memo y yo, los perros junto a nosotros, habíamos llegado al tronco de un árbol quemado. Había sido un árbol importante, de gran presencia, elevando sus ramas por los menos veinte metros al aire. “Era un domingo por la mañana,” le contaba a Memo, “muy tranquilo, al igual que el día de hoy, pero hace varios años, con la luna llena todavía suspendida como un plato plateado, arriba del horizonte poniente. Subí por esa loma de pasto verde, levanté la vista, y me di cuenta que el árbol estaba en llamas. No había un solo coche por las calles, y nadie a la vista. Empecé a tocar los timbres de todas las casas. Me sentí como Casandra, la heroína de la Ilíada, porque cuando informé a los propietarios de las residencias en el Pedregal que se quemaba un árbol frente a su puerta, no me creían. Querían volver a dormir. Por fin pasó un pequeño taxi Volkswagen y pedí al chofer su ayuda, antes de que el incendio llegara a los cables de luz.”

Memo quedó muy impresionado con mi relato, estudió con cuidado al tocón y se asombró con la destrucción de un arbolón de veinte metros. “Seguramente se prendió el incendio desde la noche anterior,” me dijo, muy pensativo, “porque si no, ¿cómo podría haberse quemado todo el árbol, con las llamas en al aire.” Hacía un esfuerzo para visualizar el espectáculo.

“Los árboles son bellos,” le dije, “pero también, si son pinos, con su resina escurrida, son un peligro, sobre todo si están muy secos, y unos maleantes le prenden fuego. Se queman aprisa y las llamas lo consumen rápidamente. Este árbol en particular tuvo la sensatez de quemarse en un área abierta. El único riesgo fue el cableado eléctrico. Déjame contarte de una experiencia que tuvimos con la Navidad. ¿Nunca te has preguntado por la ausencia de guías de luces en nuestro árbol?”

Asintió con gran solemnidad, pero consternado. Creo que no entendió mi pregunta. (Creo que mis narrativas son ajenas a su mundo. O quizás, no está poniendo atención.) “Nunca ponemos luces al árbol de Navidad,” le dije de nuevo. Siguió de frente, buscando su camino entre las piedras de lava en el parque. Luego se detuvo, y me miró de frente, esperando que continuara. Todavía no entendía bien. “¿Qué crees que sucede si se hace un corto? Los árboles de Navidad son de pino, ¿no es así? Bueno, ¿qué es lo que distingue a los pinos?”

“Las agujas,” me contestó, con alegría, muy congraciado con su propia perspicacia. (Ahora sí, está picada su curiosidad.)

“No, Memo,” le dije, tratando de ser tolerante. “La resina. Si se prende fuego un árbol de Navidad, que ya está seco, suben las llamas con gran rapidez y se quema enseguida, llevando toda la casa a su alrededor. Así le pasó a una amiga mía.”

Su rostro se volvía incrédulo. “Ella estaba viendo la televisión con su hijo cuando notó un resplandor rojizo en el cuarto de junto. Se asomó para ver qué era. Se dio cuenta de una hilera de flama a través del piso de su estudio, donde había montado el árbol de Navidad, rodeado de todos los regalos. Estaban explotando las botellas de vino, estallaban en llamas las cortinas, y se hacían ampollas de calor en la tapicería de piel del sofá.

“Corrieron mi amiga y su hijo a llevar cubetas de agua pero ya para cuando regresaron al estudio enfrentaban una muralla de llamas. Apenas lograron salir de la casa, ellos con la ropa que llevaban puesta, a más de sus tres perros. Se quemó, o quedó inservible a causa del humo, casi todo su arte, su loza, muebles, tapetes, ropa, artefactos personales. Los cuadros que no quedaron destruidos los mandó a Tomás para su restauración y a mi me mandó las esculturas en bronce que lograron salvarse, para que se re-patinaran.

“La casa, en sí, se salvó.” Memo seguía estupefacto, incapaz de imaginar la destrucción. “Se quemaron sus vigas, y su reventaron las columnas de concreto, pero la construcción, de piedra, quedó intacta. Me acuerdo,” le seguí contando a Memo, “cuando yo tenía alrededor de catorce años. Vivía en la costa de California, donde se construye con palos de madera, lámina de conglomerado y tablas al exterior. Arribé un día de la escuela, y mi casa había desaparecido.”

Memo se detenía. “Pero, ¿qué le pasó?” me preguntó a su vez.

“Yo di la vuelta por el camino de acceso, desde la carretera hacia el final del callejón, que terminaba al pie de una colina. Del otro lado había una barranca, llena de árboles, todavía en llamas. Pensé que me había equivocado de camino, porque no veía ninguna casa. Sólo se levantaba el humo del papel, de una colección de revistas que había guardado mi mamá, curiosamente de la revista Life. Tenía desde el primer número, que salió en 1933, el año en que yo nací. ¿Quién iba a decir que llegaría yo a trabajar como corresponsal en México, años más adelante, de esa misma revista?”

Todavía quedó paralizado Memo. Me estaba mirando pero no captaba lo que le estaba diciendo. “Lo mejor del caso es que en la mañana, cuando me fui para la escuela, mi mamá había llevado mi perra collie al veterinario, para que la bañaran. Nuestra gatita siamesa también se salvó porque se escapó de la casa y corrió por la colina. Se quemaron los cojines de sus patas, pero no fue grave. Todo lo demás lo perdimos.”

“Pero, ¿cómo fue? ¿Por qué se quemó la casa?” (Está poniendo atención a mi relato pero al parecer no tiene mucho interés. Estamos nada más pasando el rato.)

“No sé, Memo. Parece que explotó un tanque de gas. Tuvimos que buscar refugio en la oficina del alguacil. Los vecinos nos llevaron cepillos de dientes y una muda de ropa, para que pasáramos la noche. Éramos, de alguna manera, celebridades en ese pueblo. Todo el mundo sabía que mi mama había salvado un bebé, que alguien dejó en su moisés afuera de la puerta de la cocina. La madre de la criatura, aparentemente una mexicana indocumentada, corrió a esconderse en la barranca y ahí la encontraron los policías. Salió en todos los periódicos de Los Ángeles. Mi mamá dijo que quería quedarse con la bebita, pero no estaba permitido. El proceso y el papeleo tenían que pasar por la burocracia de la oficina de servicios sociales, y la bebita tenía que entregarse a una casa de cuna, mientras se la ofrecían en adopción. (Memo se quedó pensativo. Yo no lo sabía entonces, pero mi muchacho había embarazado a su novia y no sabían qué hacer con el futuro bebé.)

“Vivíamos en una zona boscosa, poco poblada. En aquel entonces era lejos de la ciudad. La casa, dentro de un claro entre los árboles de tamarisco y sicamora (que me encantaban porque estaban asociados con la deidad egipcia Isis), tenía dos pisos. Yo habitaba un cuarto que se había habilitado en la parte de abajo, frente al corral que a su vez daba a la barranca. Un día salí de mi cuarto con la intención de subir a buscar algo que comer en la cocina y me asomé al corral, donde mi collie cuidaba su camada de cachorros, recién nacidos. Me di cuenta que una culebra de cascabel, espalda de diamante, de dos metros de largo, aguardaba en la barra, arriba de la cerca. Estaba preparando un ataque a mis cachorros pero se asustó cuando abrí la puerta de mi cuarto. Quería escaparse hacia la barranca pero corrí al garaje, tomé el hacha de mi padrastro, y la maté. Me daba pena, pero ¿qué otra cosa podía hacer? A los pocos días encontramos su pareja, pero se nos perdió entre la maleza.”




IV: Un amor ardiente


Seguimos caminando, ahora en silencio. De repente se paró Memo. Empujó a un lado su mata de pelo negro, con un gesto veloz de su mano, y se me enfrentó con una mirada trágica. También tenía una anécdota que contar. “En mi pueblo,” comenzó, “por la sierra del lado del Pacífico en Oaxaca, tierra de la Virgen de Juquila, hace como dos años y medio, había un muchacho. Lo conocía. Éramos compañeros de primaria. Se enamoró de una muchacha de la aldea de junto. Ella había tenido un novio pero rompió con él. Empezó a salir con mi amigo y estaban haciendo los planes para su boda. Fijaron fecha, fueron de peregrinación al santuario de la Virgen, y toda la aldea estaba planeando el banquete, y la música, y la fiesta.” Se detuvo para respirar. Aprovecharon los perros para mordisquear los últimos retoños de pasto aún no quemados por el frío de noviembre. “Mi amigo estaba loco por esa muchacha.”

“Luego, ¿qué pasó?” le pregunté. (Debe de haber un motivo para justificar este relato, pensé para mi.)

“El ex novio, enfurecido, fue a la plaza de la aldea de la muchacha, con una pistola cargada.”

“Y, ¿qué pasó?” (Definitivamente, me espera un motivo, y no estoy segura que lo quiero escuchar.)

“Empezó a tirar. Trozó los cables eléctricos para que no hubiera luz, y no podía acontecer la boda. No había luz para la iglesia, no había luz en la plaza, y no había luz en la casa que mi amigo había alquilado para la fiesta.”

“Pero, ¿a quién se le ocurre semejante estupidez? Espero que nadie quedó lastimado.”

“Sí se lastimó alguien. De hecho, se lastimó todo el pueblo, y el campo, y la sierra. Las chispas de los cables, cuando cayeron al suelo, prendieron fuego al pasto seco. Se encendía. No tardó nada para que también se encendieran los árboles. Los animales corrieron para salvarse de las llamas. Enseguida se devastaron cuatro hectáreas. El humo se metía a las casas y la gente se ahogaba. Varias casas también se quemaron. Se tuvo que cancelar la boda.”

“¡Qué terrible historia!” le dije.

“Sí, terrible,” me contestó Memo. “Todos esos árboles achicharrados. Los animales. La gente sin casa. Mi papa encabezaba un comité. Llamó al servicio forestal para que nos donara cientos de pinos chicos y todo el mundo cooperó, para plantarlos. Primero los insertaron en la tierra en sus bolsas de plástico negro, pero ya que habían prendido, se trasplantaban. Van muy bien. Están creciendo.”

“Me imagino que la gente en tu montaña cuida mucho a los árboles, ya que les costó tanto trabajo plantarlos.”

“Excepto el muchacho que baleó los cables. Él fue a dar a la cárcel. Dijo que no quería hacer ningún daño, sólo evitar que la muchacha se casara con otro hombre, pero mira, todo el daño que provocó. Nuestro bosque estaba negro, lleno de tocones quemados. La gente pasó meses limpiándolo para poder plantar los pinos chicos.”

“¡Qué suerte que tu papá encabezaba un comité! Seguramente le ayudó el gobierno del estado.”

“Para nada. Las aldeas por nuestra sierra ni existen para el gobierno del estado. Nos tienen olvidados, al menos que se acerca una elección. Entonces llegan los políticos y tapizan el pueblo con los cartelones de los candidatos. Presentan discursos y reparten camisetas y pancartas. Se supone que después de las elecciones tienen que recoger su basura, pero nunca lo hacen.”

“Y, ¿qué pasó con los animales en el bosque?”

“Eso es lo bueno, tenemos muchos venados, más ahora que se han plantado los nuevos árboles. El bosque les da protección. Los campesinos antes los mataban para comerlos pero ya no se permite. Alguien que lastima un venado, lo mismo una persona que corta un árbol, tiene que pagar una multa. Puede ir a la cárcel. Mi papá encabeza el comité.”


oOo

jueves, 23 de julio de 2009

Chichén Itzá la voz de Kukulkán / Claudio Obregón Clairin



Cuando delante a ciertas  Montañas Mágicas (Pirámides) de Teotihuacán, Chichén Itzá, Mayapán y Uxmal, alguien aplaude, se escucha un eco agudo muy similar al canto del Quetzal. Este efecto se produce por la dispersión del sonido que se explica con el fenómeno llamado "dispersión  Braggs". Al igual que la luz se descompone en los siete colores al pasar por un prisma, el sonido se "dispersa a intervalos" cuando golpea los escalones inclinados de las Montañas Mágicas y "rebota" produciendo el efecto del canto del Ave Sagrada Mesoamericana. Nuestros ancestros le dieron un sentido ritual al fenómeno físico que nosotros podemos consultar y analizar científicamente en esta dirección: http://www.sea-acustica.es/Buenos_Aires_2008/a-213.pdf

Monasterio de Santa María de los Reyes

CAPÍTULO IX: EL MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE LOS REYES
por Carol Miller
Extracto de "MEXICO MIO", libro en proceso



I: Huatlatlauca

A las tres de la tarde el despiadado sol de marzo se encuentra todavía en alto. Se ve poca gente en las dos calles paralelas (solo una de ellas está pavimentada) de un pueblo elusivo, apenas visible en el mapa y casi inexistente en la realidad. Sólo podemos distinguir a dos hombres muy concentrados en la labor de la reparación de su venerable vehículo, dos niñas quienes fueron a recoger las tortillas para la comida, y un perro, olfateando la cuneta. .

La plaza ocupa el centro del pueblo. Está dominada por un edificio sencillo, más bien una casa tendiendo a solemne, recién pintada de blanco, de un solo piso. Por lógica, por la bandera y el escudo arriba de su puerta principal, deberíamos de asumir que es la presidencia municipal. Locales comerciales la enmarcan por los dos lados, mirando hacia el “parque”: un pequeño espacio del lado opuesto de la calle, sembrado con un pasto desmejorado por la falta de agua, con una resbaladilla y un columpio, debajo de tres o cuatro árboles soberanos, cuyas ramas se extienden generosamente, ofreciendo una plenitud de sombra.

Hemos hecho el viaje hasta este remoto lugar para recorrer la estructura amplia y señorial, que se asoma más allá del parque, recluida dentro de un recinto demarcado por imponentes murallas evidentemente, por sus dimensiones y diseño, virreinales.

Este monasterio, un exconvento franciscano dedicado a Santa María de los Reyes, es el último, es decir el más distante, en el paisaje conventual del siglo dieciséis de la sierra sur del estado de Puebla, a partir de Amozoc y Tepeaca (cuyos exconventos ocupan un lugar importante en el centro de sus pueblos respectivos), el exconvento en ruinas y museo arquitectónico de Tecalli de Herrera (centro de una gran producción de objetos en ónice), Cuahtinchan (gran obra de rescate que abarca una pinacoteca de pintura colonial y escritura ideográfica pre-conquista), el solitario y sombrío Tecamachalco en la cima de su cerro, y Huaquechula (sede en noviembre de un concurso de altares de muertos), todos elevados sobre anteriores pirámides ceremoniales prehispánicas, finalmente proyectos de recuperación patrimonial después de siglos de abandono y negligencia, que Tomás y yo habíamos recorrido, en efecto, casi adoptado, durante los dos años anteriores.



II: El ex convento


Podemos apreciar el conjunto desde la cima de las escaleras de hierro de la resbaladilla. La vista domina el atrio, y la reja que separa el parque de la iglesia. La entrada principal en realidad se encuentra a la vuelta, sobre la calle que bordea la barranca, y se alcanza al caminar unos cuantos metros, para entrar de frente, dando directamente a la iglesia, con los arcos de la “capilla de indios” o “capilla abierta”, ahora clausurada, a su izquierda. Cinco pequeños arcos, muy sencillos, casi rústicos, se extienden del lado opuesto, sobre el lado derecho de la entrada a la iglesia. Están pintados en el tono de pálido azul verdoso como de los huevos del pájaro petirrojo. Un portón de madera, elaboradamente tallada, indica el acceso al claustro. La puerta está cerrada con un pesado candado. Un muchacho de camiseta desgastada y pantalones de mezclilla, mientras barre la arcada, nos explica que el cuidador, Javier, se acaba de ir a comer.

La iglesia, no obstante, se encuentra abierta. Dos jóvenes artesanos, que se dirigen entre sí por sus nombres – el Maestro Carlos y Ángel, su asistente—hacen una laboriosa reparación a la hoja de oro del altar lateral, y nos explican que Javier por lo general se demora por lo menos dos horas. Observan la tristeza y descontento en nuestros rostros, entonces continúan con un consuelo: no necesariamente tarda tanto, porque se conocen casos en que sólo ha tardado una hora, incluso media hora. Están haciendo mucho esfuerzo por ser amables.

“¿A qué horas se retiró?” les preguntamos. Su respuesta es vaga. En realidad, estaban ocupados en sus labores y no se fijaron. “Y, ¿ustedes no comen?” Nos explican que tomaron una torta y un refresco, hace tiempo, sentados en su andamio. Les dio flojera bajar.




III: Un jardín encantado en una viga de madera


El deterioro a la estructura lleva siglos avanzando, en parte por su ubicación tan remota, pero dos temblores menores, un año antes, abrieron grandes grietas, tumbaron parte del recubrimiento y debilitaron las extraordinarias vigas talladas, junto con sus molduras – un jardín mágico retacado de bestias mitológicas, frailes piadosos, fantasiosos guerreros precolombinos, todo realizado con exquisito detalle, de hecho una obra única entre las estructuras franciscanas de la época. Habíamos visto muchas y no existía una obra semejante en ninguna parte.

Huatlatlauca había sido, antes de la llegada de los predicadores mendicantes del siglo dieciséis, el centro de una región copiosamente habitada, ahora definida por los residentes actuales como mixteca, pero en realidad la población más temprana en la zona correspondía a los olmeca-xicalanca, grupos que habitaban la llanura costera y que penetraron en la huasteca, las praderas de Puebla, hasta Chalcatzingo y más allá en el estado de Morelos, por las faldas del gran Popocatépetl. Estos grupos posteriormente fueron relegados por el expansionismo de los bélicos chichimecas, los mismos “bárbaros del norte” que inicialmente emigraron desde Coahuila hacia el centro de México, entrando alrededor del año 1100 en el valle de Puebla.

Los chichimecas, con el tiempo, compartían el área con los popolocas, hasta que ambos fueron ahuyentados. Encontraron un refugio en la árida y pedregosa Sierra Tentzo, parte de la Sierra Mixteca entre los actuales estados de Puebla y Oaxaca, cerca de 1465, cuando entró en la zona una invasión azteca, tan intensa, y tan duradera en su influencia, que hasta la fecha se habla el náhuatl en esta, como en muchas regiones, incluso en la costa, en la sierra norte de Puebla, hasta en los valles de Oaxaca misma. De hecho, la mayoría de los festejos aquí, a más de las ceremonias religiosas, todavía se efectúan en náhuatl.

Y así se detuvo el tiempo, en parte porque Huatlatlauca dejó de servir como la encrucijada estratégica en la sierra sur de Puebla, e incluso su importancia para los franciscanos se fue amainando, al trazar nuevos caminos que conducían a más diversos mercados, mientras la mercancía llegaba por otras rutas, dirigida a otras fuentes de consumo. Huatlatlauca, por tanto, se encuentra al final – en todo sentido-- del camino vecinal.




IV. Javier

Los primeros frailes franciscanos en la misión fueron evidentemente visionarios, con un gran sentido estético. Dejaron una presencia inconfundible en las vigas talladas, a más de los páneles de madera dentro de la nave de la iglesia o alrededor del coro – tal vez el ejemplo más importante, ciertamente el más fino, de una iconografía franciscana, del siglo dieciséis todavía existente, en realidad una mitología inusitada, tal y como fue interpretada por los artesanos indígenas—pero ya para 1569 los franciscanos habían cedido su jurisdicción en la zona a los agustinos. Los nuevos propietarios, durante el siglo dieciocho, terminaron la construcción de lo que era el cuerpo principal del monasterio, para esas fechas con rasgos barrocos. Para poder apreciar cabalmente la obra, no obstante, tendríamos que esperar el regreso de Javier, el cuidador, o por lo contrario, buscar la forma de irnos tras de él.

Se me ocurrió asomarme en la tienda enfrente del parque, al otro lado de la calle. ¿Quién mejor que un comerciante para informarnos sobre el paradero de Javier? Un niño muy joven, de tal vez cinco años, estaba acostado boca abajo sobre el piso, rodeado de crayones, mientras arrancaba y tiraba las páginas de un cuaderno ya en garras. “¿Le puedo ayudar en algo?” me preguntó, con una madurez por mucho en exceso a sus años.

Traté de enfocar mi vista, entre los resplandores de sol de la media tarde, que entraban directamente desde la puerta de la calle al interior del local. Poco a poco podía discernir los pequeños vestidos blancos colgados por diminutos ganchos alrededor de las paredes de la tienda. Evidentemente no se vendían con regularidad ya que la mugre de años manchaba las telas. Dentro de una vitrina se percataba joyería de plata, sin pretensiones. Un foco pendía de un largo cable sujeto al techo.

“¿Dónde está tu mamá?” le pregunté al niño. “¿Te encuentras aquí tu solo?”

“Yo cuido la tienda,” me dijo, con gran ceremonia, pero no se levantó del piso. Más bien me cerró un ojo. El guiño de un comediante. “Mi padre se encuentra en el campo y mi mamá en la panadería.”

En ese momento entró desde la calle una niña. Tenía tal vez siete u ocho años, quizás más, y estaba muy ocupada. Tenía prisa. Cargaba en su mano una hoja de papel de estraza. Obviamente iba rumbo a la tortillería. Le pregunté si conocía al cuidador del exconvento. Me dijo que sí, y empezó a explicar, en elaborado detalle, cómo llegar a la casa de Javier. No podría haber sido tan complicado, menos en un pueblo que contaba con sólo dos calles, pero por una parte, no todo el mundo cuenta con el don de la descripción, y por otra, descubrimos con la experiencia que la gente de habla-náhuatl es por su naturaleza muy verbosa.

“Sería bueno que me llevaras,” le dije, “para que no me pierda. Podemos recoger de regreso tus tortillas. ¿Por qué no le preguntas a tu mamá si no le importa?”
Parece que estaba de acuerdo, porque me tomó de la mano y me llevó por la calle, pasando primero la puerta de junto, aparentemente alguna especie de oficina, todavía con un viejo escritorio, hace mucho abandonado. La puerta a continuación revelaba una fonda con cuatro mesas, sus comensales comiendo sistemáticamente, sin mayor expresión de júbilo o aprecio. Justamente antes de que la calle se desplomara en una barranca se encontraba la última puerta, de metal, caliente al tacto, que conducía a un espacio oscuro dominado por un enorme, pero muy desgastado, horno panadero, su parilla de gas a toda capacidad. Faltaba oxígeno para respirar y el aire disponible estaba espeso con grasa. Hacía calor, más que en la calle.

Una mujer de veintiocho o treinta años, de camiseta muy delgada por muchas lavadas, falda de algodón desteñido, sandalias de un cuero muy desgastado, y un collar de semillas hiladas en su cuello, se encontraba doblada arriba de un gran tazón de masa. Sacaba pequeñas cantidades que iba formando en sus manos. “Mis polvorones,” me dice, como si nos hubiésemos conocido hace años.

Acomodaba sus polvorones ordenadamente en charolas galleteras. Un joven, según ella me lo explica, el mayor de sus cuatro hijos, en ese momento retiraba una lámina de polvorones del horno. Inmediatamente la mujer me dio a probar uno de ellos. Al titubear, me insistía. Estaba delicioso. Quería pagarle, para poder llevar más, ya que Tomás me esperaba en el parque de enfrente, pero no me dejó. “Son los tradicionales polvorones de Huatlatlauca,” me dice. “Ayer me tocó hacer bolillos, entonces hoy tengo que hacer el pan dulce y los polvorones.”

Ya somos grandes amigas. Amelia, se llama. La niña le había explicado que buscamos a Javier, el cuidador del exconvento, y con eso Amelia me abraza, con una efusiva sonrisa. “Es mi primo. No tarda en llegar.” La contemplo mientras forma y hornea sus polvorones y seguimos platicando, cuando abre la puerta, y entra el sol de la calle, como una aureola alrededor de un hombre chaparro y fornido, su mano extendida hacia mi, a manera de saludo.

“¿Quién me busca? ¿Para qué soy bueno?”

Apareció Javier, en pantalones de algodón negro, bien usados, una camisa de mezclilla y sus pies, torcidos por una juventud pasada en la labor del campo, metidos a la fuerza dentro de huaraches de piel tiesa. Colgaba de su mano un niño muy serio, de unos cuatro o cinco años de edad.

“Miguel Ángel nunca me suelta,” me dice Javier, mientras le pone un polvorón en la mano al niño. “Le encantan los polvorones de Amelia. Son nuestra gran tradición. Los hace especialmente en enero, para la fiesta de los Santos Reyes.”

Me explica Javier, quien ya se presentó formalmente (“para servir a usted y a Dios”), que uno de los festejos más imponentes y significativos del pueblo se celebra con la Epifanía, o Día de Reyes, el seis de enero. “Hacemos ofrendas de palmito, que todavía crece por acá.” En la antigüedad, me explica, el palmito servía como un símbolo de fertilidad, pero ahora se aplica a los emblemas cristianos. Los adornos, me dice, incluyen las tres figuras de los santos reyes en sus nichos sobre el altar mayor, dentro de la iglesia del exconvento. “Durante seis días un mayordomo de cada uno de los cinco distritos, por turno, ofrece una fiesta, lleva flores al templo y sacrifica una res para proveer al pueblo entero de un banquete. Tiene usted que regresar, para celebrar con nosotros.”

También, me explica, se celebran un jaripeo, la Danza de los Moros y Cristianos, y una presentación teatral del “Ángel Caído”, designado indistintamente Bezelbel, Belial, Mastemah, Lucifer y Satanás, que acontece dentro del atrio de la iglesia. Javier me observa mientras tomo nota de los nombres en mi cuaderno. Se asoma para ver si los escribí bien, mientras Miguel Ángel, con un polvorón en cada mano, se ha acomodado en un banquito en la esquina de la panadería.

Los festejos, dice Javier, aportan al éxito de la ocasión, para la cual los organizadores han laborado durante un año entero. Durante los otros once meses una cofradía, con custodia rotante, cuida las capillas de cada jurisdicción, y así ha sido la vida, sin más interrupción, a pesar de los temblores o las reparaciones a su hermoso monasterio, desde el siglo dieciséis.




V. El claustro


Cruzamos la plaza y buscamos a Tomás, quien todavía me espera en el parque. Ahora, guiados por Javier y Miguel Ángel, y fortificados con una bolsa de polvorones, obsequio de Amelia, ganamos acceso al extraordinario repertorio de imágenes bíblicas que decoran los muros de los niveles tanto altos como bajos del interior del claustro. “El arte es gobernado por la imaginación,” dijo Benedetto Croce, en la Florencia del Medioevo. “En la imagen – creada, interpretada-- se descubre su única riqueza.”

Las pinturas de Huatlatlauca habían sido restauradas varios años antes de nuestra llegada, pero de nuevo se habían desdibujado. Parecían dormidas y acabadas de despertar, dentro de un pálido y somnoliento espacio, de hecho pequeño, muy sacudido por repetidos temblores que evidentemente, al juzgar por el diseño de las columnas rechonchas y bajitas, desde el inicio de su construcción. Es una arquitectura pragmática, acomodada con sensatez a una realidad de la región.

Las figuras pintadas sobre los muros del nivel inferior, rodeadas por intrincadas guirnaldas de flores y las enormes y fantasiosas hojas de árboles imaginarios, incluyen a Santa Mónica, naturalmente, porque era la madre de San Agustín, pero abarcan también a San Nicolás de Tolentino, patrono de las almas del purgatorio (devoción de los agustinos recoletos), San Guillermo (el monje templario de Tolosa que ahuyentó a los musulmanes del sur de Francia), y una selección entre sus mártires desde el inicio de la orden agustina.

El friso, muy dañado, que forma la franja superior de la composición, abarca santos y apóstoles, enmarcados por medallones, y envueltos por plantas, pájaros, animales y ángeles, repetidos como el ritmo de una canción, una y otra vez, entrepuestos con el Ángel de la Muerte y los emblemáticos Siete Pecados Capitales, al igual que pastores compasivos, frailes benévolos, y un coro de eufóricos sacerdotes, todo ejecutado con gran ingenuidad y simbolismo, que nos va enseñando, señalando con su dedo, el pequeño hijo del cuidador

Más elaboradas, y mejor conservadas, son las cuatro pinturas adicionales que decoran los cuatro rincones del patio. Describen dos incidentes presumiblemente documentados durante la flagelación de Cristo, a más de la Crucifixión y la Resurrección, eventos fácilmente asociados en la mente de los indígenas con la transfiguración de sus deidades antiguas, que se crearon y se recrearon a voluntad – hombres-jaguares, mujeres-serpientes, reyes infantes descendidos de los dioses con el derecho al trono—ratificando así su divinidad y el privilegio de gobernar, mientras transforman los santos en el papel, señalado especialmente, de “deidades protectores”. Y así se edificó no sólo una misión evangelizadora, no únicamente una religión importada de tierras lejanas, sino un sincretismo, que se proyectó en el mestizaje.

La imposición católica a la cultura indígena, aunque destruyó edificios y transformó ídolos, desarrolló una síntesis pocas veces presenciada en la historia de las conquistas. En México se creó una cultura nueva, una vital compaginación mitológica, que evolucionó junto con una nueva raza, hasta que se borraron las distinciones entre uno y otro. Lo que existió, a la llegada de los españoles, no se abolió, sino que se convirtió en una narrativa, para hacerlo accesible, lo mismo en el siglo dieciséis como en la actualidad.

“¿Qué le parecen mis santos?” me pregunta Javier. “Yo llevo desde la edad de Miguel Ángel cuidando este claustro. Ayudé a los restauradores, incluso me dejaron pintar las flores. Cuando Hernán Cortés pasó por acá, dejó los frailes que fundaron la misión y desde entonces, nuestra gente ha pintado la historia de la fe. ¿Ustedes sabían que Cortés pasó por acá? Estamos en la mera ruta de su entrada al valle de Puebla, cuando venía con sus soldados y sus caballos, y le seguían los enemigos de los aztecas. Aunque hablamos su idioma, todos éramos enemigos de los aztecas. Cortés venía a liberarnos, y a traernos una nueva cultura. Ahora bien, ¿ya apuntó usted todo, en su cuaderno? Si algo le faltó puede verlo de nuevo, cuando regresan en enero para la fiesta.”




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Cabo San Lucas, Baja California Sur, México. Taller de danza Clásica Y Contemporánea. Nin-Yo Dojo.



Durante el gobierno de Narciso Agúndez Montaño(2005-2011), teniendo la presidencia del municipio de Los Cabos el C. Luis Armando Díaz (2005-2008, actual Secretario General de Gobierno) y a la Profa. Tonantzin Puls como dirigente de la cultura del mismo municipio; estas eran las condiciones de la Casa de la Cultura de Cabo San Lucas. Condiciones en las que tenía que gestarse y desarrollarse no solo la danza, sino la educación y cultura de los ciudadanos de esta localidad. El piso además de estar en condiciones terribles se encontraba siempre muy sucio y con cucarachas bajo la duela de madera conviviendo y danzando con los menores. Es sabido por todos que la descentralización del arte y sus actividades es siempre pionera y difícil en este país, pero lo que resulta curioso es el proyecto cultural de Agúndez propuesto para la celebración del segundo bicentenario de independencia de México, es decir, el Pabellón Cultural de la República. Un costoso, ostentoso y amplio complejo en donde convergerían escuelas profesionales de arte con grandes escenarios y un museo enfocado a la biodiversidad. Hasta la fecha no ha empezado la construcción de dicho centro cultural, y las mejoras en el salón de danza (equipo de sonido, cambio de duela, aires acondicionados, tapetes de trabajo, limpieza.) se han logrado gracias al pedimento constante verbal y por oficio, acción que me ha valido todo tipo de calificativos por parte de autoridades y parias del arte que siempre circulan en torno al trabajo bien hecho de los profesionales.

Resulta también irónico las grandes cantidades de dinero que se gastaban en "eventos culturales", a través de los cuales las autoridades decían fomentar la educación y la cultura y que la institución de cultura, la columna vertebral de la cultura en Los Cabos (dicho por ellos) resulte en condiciones deplorables. ¿Pasará en otros estados de la República?

Taller: Danza Clásica y contemporánea 2

Dirección: Keops Guerrero. Nin-Yo Dojo.

http://keopsguerrero-nin-yo-dojo.blogspot.com/

NOTA. La niña que aparece de negro en el video curiosamente es sorda al 100%